Nuestra Fauna y Flora (V): la encina

En esta ocasión, os hablaré de una especie vital en el desarrollo de la vida en el ecosistema del bosque mediterráneo: la encina.

Encina en el Cerro del Hierro, Sevilla.

La encina supone el pilar fundamental del bosque mediterráneo, junto con otros árboles similares, como el alcornoque.Esta especie vegetal, ha sido aprovechada en España, para dar forma a un ecosistema tan propio de nuestro país, como es la dehesa.Supone una importante fuente de cobijo para aves, roedores (que se cobijan dentro de los huecos que puedan tener en su tronco, insectos, etc.También es importante para animales de mayor tamaño como vacas,cerdos y demás animales domesticados, así como para animales salvajes como ciervos, jabalíes, etcétera, ya que son una importante fuente de sombra en épocas estivales.Además, su fruto, la bellota, es una rica fuente de alimento para muchos animales, además de sus hojas, que son consumidas en sus ramas más bajas por el ganado ovino.

La bellota, el fruto de la encina.

Como características generales, podemos decir que la encina es un árbol propio de la región mediterránea, aunque aquí en España, su importancia es mayor que en otros países mediterráneos, como Italia.Suelen alcanzar una altura de 8 a 12 metros, aunque también hay ejemplares que han llegado a los 30 metros, pero son casos muy excepcionales.La encina cuenta con una copa bastante amplia.En cuanto a su tronco, va desarrollándose conforme a su edad: de joven, la encina cuenta con un tronco de color negro; los ejemplares de edad mediana, cuentan con un tronco de color gris oscuro y con delgadas grietas que forman cuadros; en su etapa final, las encinas tienen un tronco de color gris claro.Se trata de un árbol de hoja perenne, esto es, que conservan sus hojas durante todo el año.Como fruto, la encina da la bellota, que es muy muy útil para los ganaderos, pues son una fuente importante de alimento para las reses de la dehesa, aunque también son aptas para consumo humano, ya sean asadas o recién cogidas.





Por: Antonio Gallardo López